
- Soy el Hij@ de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor.
- En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida eterna.
- En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos.
- Soy el santo hogar de Dios mismo.
- Soy el cielo donde Su Amor reside.
- Soy Su santa Impecabilidad Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.
- La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora.
- Más en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos encontrado un sólo propósito, el cual compartimos.
- Y así te uniste a mí, de modo que lo que yo soy lo eres tú también.
- La verdad de lo que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras.
- Podemos sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.
- Somos los portadores de la salvación.
- Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto.
- Y al concederle el regalo de nuestro perdón, este se nos concede a nosotros.
- Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas.
- No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo.
- El conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel.
- Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.
- Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado.
- Nuestros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que le mundo es inocente.
- Nuestras las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo.
- Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.
- Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones.
- Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir,.
- Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría.
- Ahora ha sido redimido.
- Y al ver las puertas del cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.
Instrucciones de la Segunda Parte de Un curso de Milagros